“El manejo de áreas silvestres implica un 80% o un 90% información y educación y un 10% regulación”. La cita es de Max Petersen, quién fue jefe del US Forest Department en la década de los ochenta.
Lo que busca transmitir el mensaje puede tener más de una interpretación, pero hay algo que no se le puede desconocer: tiene mucho sentido, a riesgo de cometer errores en el corto plazo, poner los esfuerzos en que los visitantes sean conscientes del lugar en el que están y esperar que quién está interesado en zambullirse en la naturaleza de verdad sea alguien que quiera cuidarlo, por las razones personales que sea.
¿Por qué? Porque por el contrario, concentrar los recursos en regulación efectiva implica un costo en monitoreo que difícilmente será eficiente: las áreas silvestres significan grandes extensiones, lugares remotos. Habría que contratar un número inmenso de guardaparques para lograr una cobertura satisfactoria.
En la gestión profesional de comunicaciones es entonces la respuesta: impactar con contenido, educar atractivamente, aprovechando tanto canales offline como virtuales. Mientras más gente sea consciente de las reglas básicas de comportamiento en la naturaleza, desde el punto de vista medioambiental y de cultura outdoor, la biodiversidad se verá menos impactada y habrá menos accidentes. Y si se mira desde el prisma económico, ambos factores intuitivamente tienen costos elevados, otra cosa es que no estén medidos, o que no se sepa bien quién es el que al final, paga. Nuevamente estamos hablando de temas de los que no hay suficiente consciencia.
En resumen, el manejo de áreas silvestres siempre estará mejor orientado si se enfoca en la prevención que en la reacción.